Pensar en espiral: unir lo lineal y lo circular.
Muchas veces se me planteó en la vida el desafío de unir mente y corazón...
5/21/20252 min read


Muchas veces se me planteó en la vida el desafío de unir mente y corazón. Lo vivía como una tarea compleja, como algo difícil de lograr.
Pero hoy quiero hablar de algo más sutil, que creo que atraviesa esa dificultad: cómo nos cuesta, como humanos, no quedar presos de una forma de pensar lineal.
El pensamiento lineal puede ser útil en este plano, considerando el tiempo como una secuencia. Pero si no incorporamos también la noción de tiempo circular, cíclico —que es como en realidad se mueve la Creación— vamos a seguir interpretando la vida desde un lugar sesgado, chato, limitado.
Y el círculo traer trae consigo el concepto de espiral, profundamente evolutivo. Y sí: la espiral también es circular.
Recuerdo una imagen que me ayudó profundamente a comprender esto. Como toda imagen simbólica, es simple.
En ese momento de mi vida estaba muy enfocado en cultivar mi voluntad, en adquirir herramientas, conocimientos, en planificar, en trazar sistemas de productividad. Estaba lleno de motivación, y podría haber dado una cátedra sobre métodos para alcanzar metas.
Pero algo fallaba: pasaba por alto la circularidad de la vida.
Mi mente veía una línea recta entre mi presente y mi objetivo.
Y esa modalidad mental me conducía —directo y sin escalas— al apuro, la autoexigencia, la violencia interna, la desconexión de otras áreas de mi vida, incluso de mis vínculos.
Y ahora sí, la imagen:
Imaginé un campo para sembrar.
Hay trabajo por hacer.
Tengo herramientas, semillas, ayuda, maquinaria, fertilizantes. Me preparé mucho.
Estoy listo para lograr una cosecha extraordinaria en tiempo récord.
Siembro.
No pasa nada.
No crece nada.
El campo ni se enteró de mi capacidad para sembrarlo.
Era invierno.
Tan sencillo como que un pensamiento lineal suele olvidar las estaciones.
Esa imagen me mostró, con toda su simpleza, la falla fundamental de ese momento:
Primero, la sobrevaloración de lo mental por sobre lo sensible. Si hubiera escuchado el cuerpo, o el corazón, me habría percatado al menos del frío reinante.
Segundo, una gran pretensión: pensar que todo dependía de mí.
Desde entonces, intento unir lo lineal con lo circular.
Cuando mi mente traza un plan, mi corazón lo escucha, lo guía, lo suaviza, lo contiene.
Ese es mi intento, al menos.
Así, línea y círculo se integran, y de esa unión nace la espiral: una forma de avanzar que incluye el ritmo, el tiempo, el sentir. Una forma de evolución.
Si lo pensás, un círculo se puede dibujar con una sucesión de pequeñas líneas rectas, que giran levemente su dirección con respecto a la anterior.
Yo lo visualizo así: mi mente traza una línea; mi corazón la aprueba, la cuestiona o sugiere un cambio. Entonces, la mente ajusta la dirección y traza la siguiente.
Y así, línea y círculo conviven, se potencian, y nos llevan —juntos— a donde queremos ir.
Siempre, en la dirección del Bien Superior. (Otro día hablamos de qué significa eso.)
Abrazo.
(Viste que el abrazo… es circular. 😊)